La aparición de la
diabetes en el ámbito familiar, conlleva
la carga emocional de una enfermedad que no tiene cura, que precisa tratamiento por siempre;
exige medidas terapéuticas basadas en los cambios de habito de vida, tanto en el sentido
dietético, como en el
ejercicio físico, con las dificultades de adaptación que exige para el resto de los miembros de la familia, con las complicaciones físicas, (
disfunción eréptil,
retinopatía,
arteriopatía, etc), que pueden ir surgiendo, originando una incapacidad que sobrecarga el sistema.
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La familia procesará todo esto según su propia creencia acerca de la enfermedad y las experiencias que posean en el cuidado de
pacientes diabéticos, sobre todo en relación con acontecimientos dramáticos e impactantes, como
ceguera,
amputaciones,
úlceras, etc. El impacto de la
diabetes sobre el adulto y su familia depende de la base del ciclo vital en la que se establezca el diagnóstico. En cualquiera de ellas la respuesta del paciente frente a la enfermedad, será siempre en base a sus creencias y expectativas. Experimentará un sufrimiento relacionado con la enfermedad crónica o más aún la pérdida de la salud.
En caso de la
diabetes gestacional nos encontramos con el
impacto emocional que una familia supone una
enfermedad provocada por el embarazo y el miedo a sus posibles consecuencias.
El diagnostico de diabetes en un hijo se vive como un
cataclismo. Se provoca un clima de drama y abatimiento, de rechazo y agresividad, provoca en los padres
reacciones emocionales intensas incluyendo
ansiedad,
depresión y culpa, que puede llevar a una importante disfunción familiar.
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