La diabetes sacarina o la diabetes mellitus es una enfermedad endocrina caracterizada por una hiperglucemia crónica y anormalidades metabólicas de los carbohidratos y los lípidos, debido a un déficit de insulina pancreática, bien absoluta, (diabetes tipo 1- insulinodependiente) o relativa (diabetes tipo 2 o no insulinodependiente).
Entre sus complicaciones tardías destacan las siguientes:
* Vasculares: microangiopatía diabética, que aumenta el riesgo de angina de pecho, infarto de miocardio, isquemia cerebral, claudicación intermitente y gangrena.
* Oftalmológicas: retinopatía con ceguera progresiva. * Renales: nefropatía e insuficiencia renal. * Neurológicas: polineuropatía periférica. * Otras: infecciones recurrentes y cicatrización retardada.
Gran parte de esas complicaciones dificultan la atención odontológica del paciente diabético, aparte de predisponer a determinados padecimientos bucodentales (que pueden ser unos de los primeros indicios diagnósticos), a experimentar complicaciones terapéuticas y a ensombrecer el pronóstico de los tratamientos odontológicos. De ahí el interés de revisar el papel del dentista en la atención no solo dental, sino integral, del paciente diabético.
La National Diabetes Data Group clasifica la diabetes en:
1. Diabetes primarias.
a. Tipo 1: diabetes insulino dependiente.
* Predominante en niños y jovenes.
* Se inicia bruscamente.
* Propensión a la cetoacidosis (elevación de cuerpos cetónicos en sangre y orina)
* Autoanticuerpos y destrucción de las células B del páncreas.
2. Tipo 2: diabetes no insulinodependiente.
* En obesos.
* En no obesos.
* Diabetes juvenil en inicio de la madurez.
* Afecta a pacientes de mayor edad, generalmente a partir de los 40 años.
* Son factores desencadenantes la sobrealimentación y la vida sedentaria.
* Tiene un inicio gradual, lento.
Fuente: Coema.
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