Cuando ingerimos algún alimento, pasa a lo largo del tubo digestivo, en donde se pone en marcha la cadena de transformaciones químicas que lo convierte en nutrientes y, al llegar al intestino delgado, la glucosa que contiene pasa a la sangre, este fluído se encarga de transportarla al hígado (como reserva), cerebro y células del organismo, en donde es utilizada como energía. Para que esto pueda lograrse se requiere de la insulina, sustancia que funge como la llave que abre la puerta de las células, en tanto que cerebro y tejido nervioso no necesitan de la acción de dicho elemento, ya que reciben el azúcar directamente del torrente sanguíneo.Una vez que la glucosa llega a las células es degradada con ayuda del oxígeno, es decir entra en estado de combustión y como resultado se convierte en agua (que eliminamos o reutilizamos) y anhídrido carbónico (que exhalamos gracias a los pulmones). De esta manera queda liberada la enrgía en nuestros tejidos, lo cual nos permite pensar, estudiar, recordar, hablar, caminar, correr, trabajar, respirar, tener relaciones sexuales y hasta descansar.
Fuente: saludmedicina.com
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