La diabetes mellitus es una de las enfermedades cuyo conocimiento por el hombre es mas antiguo.
En el papiro de Ebers (1550 AC), los egipcios describen un cuadro clínico que hoy llamaríamos diabetes, término utilizado por primera vez por los griegos en el siglo II (DC) y que
hace referencia a la continua perdida de líquidos en forma de grandes cantidades de orina (poliuria) que caracteriza a este trastorno. 
En los siglos dieciocho y diecinueve comenzó a añadirse el adjetivo
mellitus (proveniente de la misma raíz latina de la palabra miel), que
señala la dulzura por su alto contenido de glucosa, de la orina de esos enfermos.
La diabetes mellitus se caracteriza fundamentalmente por la
presencia de elevadas concentraciones de glucosa en sangre (hiperglucemia), debido a la
alteración en la acción de la insulina o ausencia de esta hormona, que
es producida en el páncreas, para permitir la
captación de glucosa por los tejidos (fundamentalmente el músculo), que la utilizan como combustible.
La acumulación de glucosa en la sangre provoca su eliminación por el
riñón acompañada de grandes cantidades de agua (lo que explica el
aumento de la diuresis en estos pacientes) y es responsable de la
alteración de proteínas en arterias de pequeño y gran calibre dando lugar a las complicaciones crónicas de la diabetes.
Desde hace décadas, consideramos que la mayoría de los
casos de diabetes pueden clasificarse en dos grandes tipos que, desde 1997, se aconseja llamarlos
diabetes mellitus tipo 1 y
diabetes mellitus tipo 2. La diabetes mellitus tipo 1 (antes llamada diabetes juvenil o insulinodependiente), corresponde a un 10 - 20 % de todos los casos de diabetes y se caracteriza por
deficiencia de insulina desde el momento del diagnóstico clínico, lo que hace necesario el
tratamiento sustitutivo de esta hormona de por vida. Aunque la mayoría de casos se diagnostican en torno a los 14 años, ahora sabemos que puede manifestarse a cualquier edad.
Fuente: Viatusalud
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